Muy seguramente los impuestos es algo que te quita el sueño; sin embargo, los impuestos no son nuevos atrevés de la historia, existen muchos momentos en donde fueron los protagonistas de los grandes cambios en nuestro país.
En el pasado, en México, las personas debían dar una parte de lo que tenían al rey a cambio de ciertos beneficios para su comunidad. Esto se llamaba tributo, y los encargados de recolectarlo eran los Calpixqueh, que eran fácilmente identificables por llevar una vara y un abanico.
Hernán Cortés cambió este sistema, reemplazando los tributos de flores y animales por piedras y joyas. También estableció un grupo de personas encargadas de recolectar estos tributos. Con el tiempo, se introdujeron impuestos similares al IVA y peajes por el uso de caminos.
En 1810, se crearon tarifas de importación en las aduanas marítimas. Más tarde, durante el gobierno de Antonio López de Santa Anna, se cobraron impuestos por cosas como puertas, ventanas, caballos y perros.
Con Porfirio Díaz, el gobierno federal se volvió más fuerte y centralizado. Se recaudaron muchos impuestos, pero también se generó una deuda. La guerra hizo que la gente dejara de pagar impuestos, y después de la guerra, se tuvo que reorganizar la administración y mejorar las finanzas públicas.
En 1917 y 1935, se introdujeron varios impuestos, incluidos los relacionados con el uso de ferrocarriles, la exportación de petróleo, servicios como luz y teléfono, y el impuesto sobre la renta. Estos impuestos ayudaron a financiar servicios públicos como escuelas y hospitales, así como beneficios sociales.
Hoy en día, los impuestos son una forma de colaborar para que México tenga escuelas, hospitales y otros servicios públicos. El desafío es que estos impuestos sean justos y que se utilicen de manera transparente para el beneficio de la sociedad que los paga.
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